Aún sigue atónita por lo de Marcos. ¡No tiene palabras para describir lo que le ha hecho! Cómo la ha engañado. Y pensar que se creyó todas aquellas mentiras… Debe de tener cara de tonta, porque todo el mundo le miente. A partir de este momento tendrá que intentar ser menos ingenua.
—Tú eres el único sincero en mi vida, pequeño (le dice a Wiki, y a continuación le silba).
El agaporni mueve la cabeza a un lado y a otro y vuela hasta su anilla. Luego regresa a los barrotes de hierro, frente a Valeria, e imita el silbido que ella le hace. El pajarillo la persigue a saltitos por el interior de su jaula mientras la chica camina por la habitación. Su BB acaba de sonar. Durante un momento tiene miedo de que pueda ser Raúl. Pero, por otra parte, le encontraría que fuera él. Lo echa muchísimo de menos, y desde que ha salido de casa de Marcos piensa que quizá se haya precipitado en su decisión de romper la relación. Pero no es el, es un mensaje de WhatsApp de Alba.
Val, tengo algo importante que decirte sobre Elizabet. ¿Quedamos en la plaza Mayor dentro de quince minutos y te lo cuento tomando algo?
¿Algo sobre Eli? ¡Si no la conoce de nada, sólo de oídos! Cree recordar que alguna vez le han contado algo de ella, pero poca cosa. No tiene ningún dato sobre su enfermedad o sobre lo que pasó aquel día que fue a verla y la cogió del cuello. A no ser que alguno de los otros incomprendidos le haya contado algo más. Siente curiosidad por saber qué quiere contarle exactamente. Y tampoco tiene nada más qué hacer… ¡Exceptuando estudiar para los 9 exámenes que tiene en los próximos días! Esta vez sí que no se librará de suspender alguna.
Muy bien. Te veo ahora.
La chica se pone un abrigo rojo para resguardarse del frío y se despide de su mascota multicolor. Mira que no darse cuenta de que aquel álbum de fotos no era Wiki… Si se hubiese fijado bien lo habría descubierto. ¡Lo que hace el poder de la sugestión! Y Marcos sabe emplearlo muy inteligentemente. Ya se lo dijo él mismo: transmite confianza. Cunado termine de hablar con Alba, se pasará por Constanza para contarle a su madre todo lo que sabe respecto a su querido amigo locutor de radio y grandísimo fotógrafo. La noche está fresquita. Ese fin de semana de marzo ha tenido de todo. Mientras anda por la calle hacia la plaza Mayor, lo repasa en la cabeza. Y la conclusión más clara que saca es que sigue echando de menos a Raúl. Ahora podrían estar juntos en algún lugar, abrazados, dándose besos o viendo una película en el sofá de su casa. Y sin embargo está sola. Y todos aquellos momentos compartidos no se repetirán más. ¿Por qué tuvo que engañarla? ¡Idiota! Han perdido los dos. Es muy difícil que las permanentes ganas de llorar que siente desaparezcan. No parece que vayan a irse nunca. Nunca… Madrid es precioso de noche, y especialmente ese lugar. Las farolas están encendidas en la plaza Mayor e iluminan las terrazas de sus numerosos restaurantes y cafeterías. Las estrellas la vigilan desde el cielo. ¡Cómo le gustaría estar con él en ese momento! ¡Maldito Raúl! ¿Cómo pudo ser tan estúpido de mentirle, de besar a otra, de ir a ver a Elizabet sin decirle nada…? ¿Cómo fue capaz? Ahora podrían estar paseando de la mano por uno de sus rincones favoritos de Madrid… En cambio, la que la espera en el centro de la plaza es Alba. La chica del pelo azul la recibe con un abrazo y le da un beso en la mejilla. Parece
alegre, aunque con ella nunca se sabe.
—¿Cómo estás?
—Mal. No sé cómo voy a poder con esto.
—Tranquila, las cosas cambian cuando menos te lo esperas.
—No sé yo. Y, por favor, no me hables de nada que tenga que ver con el destino ni nada por el estilo.
—El destino está en uno mismo, ¿no crees?
Valeria se encoge de hombros. Ya no sabe dónde está el destino, si existe, si no…
Tampoco le importa mucho en ese instante.
Las dos caminan hacia la calle Toledo atravesando la plaza. Alba está muy cariñosa con ella, y sonriente. Es una buena chica pese a lo que le hizo el día antes. Pero eso está perdonado y debe olvidarlo cuanto antes. Ahora necesita saber la razón por la que la ha hecho ir hasta allí. ¿Qué sabe de Elizabet?
—Bueno, ¿Qué tienes que decirme de Eli? Me has dejado muy intrigada.
—Todo a su tiempo. (Y se detiene un instante). ¿Has visto lo que pone ahí? —¿Ahí, dónde?
—Ahí.
Alba le señala una de las columnas de la plaza Mayor. Parece que en el centro hay una inscripción.
—»Buenos» (lee Valeria en voz alta). ¿Y? ¿Qué pasa con eso?
—¿Y en la siguiente columna? También hay algo escrito…
Dan unos pasos hacia la derecha y Val lee «días». La joven no entiende nada de aquello, pero Alba, que camina a su lado, sonríe.
—Eh… esto… ¿Qué significa…? (Pero antes de que pueda terminar de formular la pregunta ve escrita la palabra «princesa» en una tercera columna.
Mira a un lado y a otro, nerviosa. «Buenos días, princesa.» ¿Lo han escrito para ella? Le tiembla el cuerpo. Alba le pide que continúe caminando. En la cuarta columna pone «he» y en la siguiente «soñado». Valeria sigue leyendo, columna a columna, emocionada. Uniendo palabras, formando frases con ellas, elabora en su mente un párrafo que le resulta muy familiar. «!He soñado toda la noche contigo! Íbamos al cine y tú llevabas aquel vestido rosa que me gusta tanto. Sólo pienso en ti, princesa. ¡Pienso siempre en ti!» Son unas líneas de la película La vida es bella, la preferida de Raúl. El chico se las ha repetido tanto que ella también ha terminado enamorándose de ellas.
—¿Quién ha escrito esto, Alba? ¿Ha sido él? (pregunta temblorosa y sin dejar de mirar a un lado y a otro).
—Shhh. Sigamos. Queda mucho por leer.
Las dos dan unos pasos más hacia la derecha, y Valeria susurra la palabra que hay escrita en la siguiente columna: «Sé». Y en la de al lado: «que». Y otra más, en la de después: «te». Alba observa los ojos de su amiga. Está llorando. Ella se emociona y aprieta los labios con fuerza para no derramar lágrimas también. Sabe que gran parte de la culpa de su sufrimiento es de ella. Estar allí es lo menos que podía hacer. Mientras avanza leyendo el mensaje escrito en las columnas de la plaza Mayor, Val siente algo muy fuerte dentro de ella. Algo grande. Un sentimiento enorme. No sabe qué es. Sólo que va invadiéndola poco a poco.
Sé que te he fallado. No he estado a la altura de tu amor. Lo siento. No sabes cuánto. Te necesito. Esto sólo son palabras. No es mucho. Pero multiplica todas ellas por infinito y sabrás cuánto te quiero. Mi vida no tendría sentido sin ti. Por eso, cuando leas la última palabra, sonreirás, pensarás que estoy loco y estarás deseando abrazarme y darme un beso. Porque nuestros labios están hechos para pasar juntos todo el tiempo del mundo. Perdóname, pequeña.
A lo largo del recorrido, de las 114 columnas que tiene la plaza Mayor, en las que hay escritas 114 palabras, va comprendiendo, paso a paso, que le será imposible olvidarse de lo que siente por él. Que Raúl es su vida. Y que hace tonterías, que le ha mentido y que tal vez no debería perdonarlo nunca. Sin embargo, también hace cosas como aquella: dedicarle las palabras más bonitas que jamás haya leído, de aquella forma tan original y en uno de los lugares más bonitos de Madrid, uno de esos lugares por los que tantas veces han paseado juntos. Sabe cómo hacer que se sienta especial. Lo quiere y es correspondida. Le costará un tiempo recuperar la confianza, pero aquello tan grande que siente en ese momento en su interior sólo le deja la opción fe volver a intentar que estén juntos y creer de nuevo en los «para siempre». Porque aquello tan inmenso que crece y crece dentro de ella se llama amor.
—Te quiamo (lee en las dos últimas columnas entre lágrimas desordenadas. Y, tal como le pide en el mensaje, Valeria sonríe tras la última palabra).
20 segundos después, sin darle tiempo ni a limpiarse las lágrimas, suena su móvil. Tiene un mensaje. Es de él. Respira hondo, con el corazón acelerado, y abre el WhatsApp.
No sonrías que me enamoro.
Cuando levanta de nuevo la mirada, lo ve caminar hacia ella. Si pensaba que ya había sentido y querido al máximo de los niveles, se equivocaba. Ahora lo sabe. Valeria no deja que se acerque más. Es ella la que corre hacia él y se cuelga de su cuello. Raúl la agarra con fuerza y la sostiene en el aire. Sin decir nada, se besan. Se besan como una pareja enamorada que ha comprendido que, a pesar de las adversidades, no son lo mismo el uno sin el otro.